• poesie – Julio Cortázar “Lo que me gusta …”

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    1 solo_lo_fragil_permanece pizarnik

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    Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
    Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
    Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
    Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.

    • manuel scorza

      CREPÚSCULO PARA ANA

      Sólo para alcanzarte escribí este libro.
      Noche a noche,
      en la helada madriguera
      cavé mi pozo más profundo,
      para que surgiera, más alta,
      el agua enamorada de este canto.

      Yo sé que un día las gentes
      querrán saber por qué hay tanto rocío en las praderas,
      yo sé que un día
      irán ansiosas a los campos,
      seguirán los hilos de los prados,
      y a través de las florestas
      llegarán hasta mi pecho,
      y comprenderán,
      -lo siento, estoy sintiéndolo-,
      que es mi amor quien platea por ti el mundo en las mañanas,
      y verás esta hoguera.

      Desde ciudades enterradas,
      desde salones sumergidos,
      desde balcones lejanísimos,
      verás este amor,
      y escucharás mi voz
      ardiendo de hermosura,
      y comprenderás que sólo por ti he cantado.
      Porque sólo por ti estoy cantando.

      ¡Sólo por ti resplandece
      mi corazón extraviado!
      ¡Sólo para que me veas,
      ilumino mi rostro oscurecido!
      ¡Sólo para que en algún lugar me mires
      enciendo, con mis sueños, esta hoguera!

      ¡El Mudo,
      El Amargo,
      El Que Se Quedaba Silencioso,
      te habla ahora a borbotones,
      te grita cataratas, inmensidades!

      Algún día amarás,
      alguna vez
      en las lianas de la ternura enredada
      comprenderás que cuando el dolor nos llega
      es imposible hablar;
      cuando la vida pesa, las manos pesan:
      es imposible escribir.

      Hasta que con los años las escamas se nos caen.
      Y un día, al volver el rostro,
      vemos a lo lejos,
      como remotos barcos encallados,
      cosas que creíamos llevar dentro,
      y miramos que son musgo los amores más ardientes.
      ¡El hombre enceguecido
      no escucha las campanadas silenciosas de la hierba,
      hasta que encuentra en los caminos,
      como culebra, su antigua piel,
      y reconoce entre las ruinas
      su vieja máscara oxidada,
      y descubre agujeros rotos
      do eran ojos fulgurantes,
      porque el tiempo crudelísimo
      injurió el Rostro Puro,
      y los años nos pusieron
      anteojos de melancolía,
      con los ojos que se mira la ruina,
      el otoño,
      la grosura de las mujeres!

      Surge entonces
      el Dolor inextinguible,
      cual surge ahora esta voz
      que llora por los días hermosos,
      cuando la vida era azul.
      Porque todo lo que nace ha de morir.
      ¡No digo más porque me entiendes!
      Tú sabes que sólo quiero
      que, en algún lugar, leas esta carta,
      antes que envejezcan los carteros
      que te buscan
      a la salida de las iglesias,
      entre las recién casadas,
      a la hora del jazmín rendido.

      ¡Quiero que el rayo de mi ternura
      traspase con lanza a los que no conozco,
      y salte noche hirviendo
      a los ojos de los que abran este libro,
      y en algún lugar
      un día de este mundo,
      me oigas
      y te vuelvas,
      como quien se vuelve extrañado
      al sentir detrás el resplandor de un incendio,
      y comprendas que estoy ardiendo por ti,
      quemándome
      sólo para que veas,
      desde tan lejos, esta luz!

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